Ni todo el esfuerzo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, con la Consejería de Agricultura, el Ivicam, la Fundación Tierra de Viñedos, los premios Gran Selección, los premios Jóvenes Airén, la conversión de las Denominaciones de Origen en Organizaciones de Productores o Interprofesionales. Ni los anuncios institucionales pregonando el ÉXITO de nuestra región en materia vitivinícola. Ni el maquillaje del fracaso de las negociaciones de la OCM del Vino. Nada de todo esto ha conseguido que los consumidores aprecien el vino manchego como sinónimo de vino de calidad. Hasta aquí nos veníamos defendiendo en el mercado exterior, pero es difícil mantener el castillo de naipes cuando sopla el viento del mercado.
Y el mercado no admite manipulaciones. Hacemos muy pocos vinos de primera calidad, y en lo que podríamos ser fuertes, en los vinos medios de calidad también hemos fracasado. Al menos eso piensa el autor de este
artículo en El Mundo.